Despertó en el hotel Manofa. Era de noche y solo la televisión alumbraba aquel cuarto que tan solo diez días antes había sido un baño. Que mejor manera para describir ese cuarto que como una caja de zapatos y dentro había cuatro jóvenes que dormían lejos de sus propias camas, en una patria distinta a la suya y en condiciones que sus padres verían con horror. Despertó y vio como las paredes, de color neutral, o mejor dicho son color alguno, aun palpitaban al latido de un aire que no podía ser. Se rió y se estiro. Sentía calma al saber que el efecto de los hongos seguía en su sistema y que si fumaba en ese momento estaría empujando su cuerpo a un limite digno de leyenda. Así que busco al rededor por la pipa, entre las sabanas, sabanas que nunca había visto antes y entre sus tres fieles amigos que le acompañaban en sus viajes. Sabia que seria un recorrido digno de recordarse , que no tenían limites, solo excesos y que no tenían miedos, solo el deseo de llegar a tal punto donde algo pasara, algo tenia que ocurrir. Encontro la pipa debajo de los nachos y para su grata sorpresa la pipa se encontraba media llena.
-“¿ Vas a fumar?”- pregunto Jacinto despertándose en el suelo. Omar se rió, como ríe un niño que acaba de atrapar una libélula y con ella a su merced le avisa que le va arrancar las alas, una por una y no hay nada que ella pueda hacer y luego rió más, sin poder controlarse dejando solo un respiro necio para responderle a su compañero, quien entre abría los ojos y esperaba su turno.
-“si”- La pipa en su mano, Omar ahora buscaba con la vista y su mano libre el encendedor, pero sin esforzarse demasiado. Jacinto sintió que era su deber ayudarle a buscarlo y de hecho se forzó a encontrarlo y así fue, al lado de Tomas.
-“Toma”- Le aventó el encendedor, del coffeehouse “the Doors” donde hace unas horas había comenzado su quemazón, Omar hizo un gran esfuerzo para atraparlo, orgullosos los dos del resultado, Omar checo la pipa una vez más y comenzó a fumar.
Fue el olor a marihuana el que despertó a Tomas. Sonrió y Jacinto, quien acababa de injerir una fuerte cantidad de humo, comenzó a toser y los tres se rieron.
“- No manches, ¿qué horas son? ¿Las siete u ocho? U ocho” se auto corrigió Tomas, aceptando la pipa, que ya medio vacía le forzó a buscar la bolsita y rellenarla.
-“ Las... diez”- le contesto Omar
-“ ¿las diez?”-
-“De la noche, del mismo dia”-
-“No mames, guey”-
La breve conversación, mientras la pipa se rellenaba, despertó a Benito, quien se trataba de mantener sobrio, pero dado el espacio de la caja de zapatos, el porcentaje de aire puro era mínimo y sin confesarlo le creaba una cierta curiosidad las sombras de la televisión.
-“... Benito”- Dijo Jacinto ofreciéndole la pipa, que muy cortésmente Benito rechazo. Jacinto procedió a fumar y pasarle la pipa a Omar, y así tras un breve sueño la caja de zapatos recobraba la vida.
Algunos Minutos más tarde salieron del cuarto. Los cuatro tenían un hambre voraz y Benito les guiaba por el estrecho pasillo, las escaleras y luego por la calle hacia la pizzería a unas cuantas cuadras. Cada quien pidió su rebanada y refresco en silencio, intercambiando miradas, pero como extraños cuyo mayor preocupación lo es todo y ni el tiempo puede avanzar hasta que esa misión sea completada. Con la primera mordida y la explosión de sabores y colores dentro de sus seres, el hielo se derritió dando lugar a las conversaciones acerca de lo ocurrido. Caras orgasmaticas y labios cubiertos de salsa de tomate les hacían parecer como cuatro prostitutas de edad avanzada que se reunían a celebrar el cierre del día en su burdel de Granada.
Tanto había ocurrido en aquellas horas, los cuatro amigos que habían permanecido juntos en una caja de zapatos se platicaban los distintos viajes y a sorpresa de Benito en verdad eran cuatro vidas viejas que se reunían tras un lapso de 20 años y se ponían al tanto. Tomas había soñado con el universo, con la unión de la vida y lo que le hace funcionar es decir con los pequeños duendes que fabrican los colores y las figuras y meten a cada estrella dentro de un cuerpo distinto. Mientras que Omar lo había visto todo desde el techo, su cuerpo hecho mantequilla que hervía y se evaporaba, se pegaba a las paredes y al techo, como una mancha de humo, si, pero dulce, tan dulce que estuviera haciendo algo que nunca había hecho, es aquel sentimiento de hacer y ver. Ver por primera vez una película, una que solo se ve en el techo sucio y descarapelado del hotel Manofa. Jacinto, acostado en el suelo, se sentía mas cambiado de los cuatro, el mas solo y para el, el viaje había sido de tomarse en serio, de pensar en las vivencias nuevas que nadie mas podía conocer, y lo que significa apreciar una vieja risa, una felicidad compartida por años pasados y dejar al alma gritar, ¡Que felicidad¡, y de ello haberlo esparcido por la caja de zapatos como el roció de la primeras lluvias de Mayo. Mientras que Benito quería sentir tristeza, al fin y al cabo estaban dentro de una caja de zapatos, pero ¿cómo se puede estar enojado ante esta inocencia? Pues también le pertenecía a él.
viernes, 11 de marzo de 2005
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