Usted veìa Duro y Directo por la simpatìa y el talento de los hermanos Brennan (por no hablar de su carrera en las luchas y sus apariciones -en el programa- en la jaula de la muerte) o porque las noticias ahì expuestas eran crudas, impactantes, shockeantes... en fin, duras y directas?
El sensacionalismo, mejor conocido como amarillismo, ha sido uno de los instrumentos mediàticos de las grandes dictaduras, los règimenes totalitarios, el telemarketing, talkshows y muchos noticieros y periòdicos que nos informan dìa a dìa (no podemos olvidar el Alarma o el Metro, publicaciones de gran difusiòn y respeto en la capital mexicana).
Pero aùn siendo descaradamente sensacionalistas, porqué los seguimos consumiendo? Por semplicidad y objetividad, podemos atribuir esta sed de sensacionalismo al morbo, que no es màs que una tendencia obsesiva hacia lo desagradable, lo cruel, lo prohibido: la mujer que con sus senos gigantes sofocò a su marido, el cràneo sangrante que gotea, los màs que telenovelescos enredos sentimentales y amorosos de la comunidad latina en Estados Unidos -con sus mùltiples embarazos, maltratos, traiciones, encuentros y desencuentros- todos ellos exponentes de su disciplina que alimentan un mismo deseo insaciable de morbo.
Y es precisamente esta necesidad implacable que ayuda a distorcionar y manipular la informaciòn en pro del clìmax que una historia puede provocar. Claro està que el interés principal de una televisora o de una compañìa de telemarketing està en los nùmeros: audiencia, artìculos vendidos. Pues bien, basta seguir la simple lògica que mientras màs impresionante sea, màs venderà. Ciertamente que los matices existen y que el pùblico terminarà por saturarse, por adaptarse, darse cuenta y dejar de impresionarse, pero toma tiempo; tiempo suficiente para brincar de nuevo, aprovechar y volver a cambiar... pareciera que vamos siempre un paso por detràs, meras marionetas.
Asì que joven, disfrute del amarillismo: agàrrese de su sillòn, haga muecas, déjese impresionar, comente y elabore con sus compadres y comadres, grite de placer y hàgase el incrédulo solo para disfrutarlo un poquito màs. Que al fin y al cabo, què importa la veracidad de los hechos? Al carajo con eso! Si aquì lo que queremos es sentir emociòn, y los actores de los hechos vienen y van, meros instrumentos de un fin mayor. Y recuerde, puño pa' que arda!
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